domingo, 27 de abril de 2008

Enviado por DONNA-K (muchísimas gracias)


DE COLOR BORGOÑA


Carie estaba sentada frente aquella cristalera, desde la que se dominaba la bahía, el Cantábrico lucia apacible como nunca y el sol le daba un color verde con pinceladas de plata, dada la altura donde se ubicaba el restaurante y la claridad del día el paraje invitaba a la intimidad y si, era cierto, su amante de ojos verdes como aquel mar y sonrisa franca, sabia como complacer a una mujer. Dos caballeros comían en la mesa contigua , entre cifras y pactos la miraban de soslayo , con la mirada perdida abstraída en los acontecimientos del día anterior aun podía saborear el calor del látex en su piel , el rubor de sus mejillas se mezclaba con el recuerdo y el suave sol del mediodía a través del ventanal.

- Si un día me preguntaran de que color tienes los ojos , no sabría que decir , en este momento los tienes amarillos , dorados como la mejor miel _ Jean Francios, estaba en uno de sus momentos románticos, no se le podía culpar , su idea del romanticismo , era lo mas cercano a tener una mujer preciosa de la que presumir , a la que lucir y con la que marcar su masculinidad ._Jean perdóname un momento, he de ir al baño _ Carie se levanto despacio dejando la servilleta sobre la mesa percibiendo la mirada de los caballeros que comían frente a ellos , mientras se giraba podía escuchar el silencio de su entorno , siempre sucedía lo mismo , sin ser una mujer hermosa , concentraba las miradas masculinas , quizás se debiera a su cuerpo , a ella le gustaba decir que tenia forma de guitarra , y al parecer ese era el instrumento más del gusto masculino en lo que a cuerpos de mujeres se refiere . Pero Carie , siempre ponía especial cuidado en su porte , los tiempos de pasarela de su juventud le habían dejado un porte sensual y elegante , ella sabia como mover sus caderas de forma sinuosa sin parecer una fulana barriobajera , el talle recto y la cabeza siempre erguida mirando a ese punto invisible donde escondía toda su timidez .

En la soledad del cuarto de baño Carie se contemplaba ante el espejo, inmediatamente le venia a la mente los años en que era una niña y se preguntaba en ese juego del "yo" ¿quien es esa mujer?, apenas se reconocía en sus 35 años, sin embargo aquellos ojos la delataban. Mientras se retocaba los labios se dio cuenta de la pequeña marca que tenia en su escote , inmediatamente un latigazo de calor la recorrió desde su pecho al vientre , y su mente la trasporto al salón de la casa de Jean .-Estas preciosa querida -Jean estaba sentado en el sillón de salón y por el brillo de su mirada , aquella afirmación era el suman de la complacencia , su sentido de la erótica le había llevado a vestir a Carie como una fulana de primera división , vestido de piel de serpiente , abierto en los laterales , tan corto que se podían ver las ligas de las medias y el nacimiento de su pubis , zapatos de terciopelo negros con tacón de carrete dorados , demasiado caros para una fulana , pero aun así no podía sentirse mas humillada , pero Carie era una mujer de palabra y esa noche le había prometido a Jean que seria su" juguete ".

Con una frialdad desconocida hasta entonces en Jean , comenzó a caminar alrededor de ella , los segundos empezaron a sentirse horas , y el no decía palabra alguna , solo la miraba desde todos los ángulos y Carie estaba cada vez mas nerviosa y excitada , entonces Jean empezó a darle ordenes : _ abre las piernas _ le espetó , Carie obedeció olvidándose de toda compostura , sentía calor ,frió, miedo , .........desamparo .Jean se colocó a su espalda y empezó a hablarle al oído _ eres una putita muy rica , si estuvieras en una calle yo pagaría por ti , así que en cierta manera hoy estarás a mi servicio y harás todo lo que te pida , no hablaras salvo que te lo pida y solo quiero escucharte gemir , pero como te corras antes de que yo te deje , sufrirás ....sufrirás mucho querida . Ahora voy a ponerte unas cosas y seguirás todas mis indicaciones ._Carie estaba dispuesta a obedecer debatiéndose entre su yo orgulloso y su yo mas sumiso , aquella mujer soberbia y segura de si misma empezaba a sentirse un muñeco en manos de Jean que empezó por ponerla un antifaz.

Privada de la vista, centró toda su atención en los sonidos de aquella sala que se le antojaba mas silenciosa que nunca , apenas percibía la respiración cada vez mas agitada de su amado y el zumbido de lo que parecía el clic de un maletín .Las manos de Jean se posaron en su nuca , tiro de su cabello corto hacia arriba para estirarle el cuello , Carie noto como una cinta se deslizaba por el y el sonido de un ajuste de velero , el le tomo la mano derecha y se la paso por su espalda , después la izquierda , con las manos a la espalda volvió a sentir una cinta que las ataba y el mismo sonido del velero . Unos minutos después Jean le introducía algo en la pagina , eran unas bolas chinas , pero estas eran mas grandes que las que ella tenia así que sintió una mezcla de dolor y placer , el calor de los dedos de su torturador eran todo un consuelo , pero aun faltaba un poco mas para acabar aquel cuadro lujurioso , Jean volvió acercarse por detrás de ella y le susurro _ inclínate hacia adelante _ poso su mano en el vientre y con la otra le inclinaba la espalda , algo frió se deslizaba entre sus muslos y Carie empezó a temer lo que se le venia encima , un dolor la traspasó el ano y de paso ..... El Alma.

Carie reprimió un gemido, ante el temor de mayores sufrimientos, su verdugo empezaba a moverse con mas rapidez. la enderezó con suavidad y muy dulcemente la beso en la mejilla _ estas sublime , mi preciosa putilla _, la susurraba , la hablaba con tono cálido pero con ese punto medio entre la ternura y lo perverso , se apartaba , se acercaba , ella sabia que estaba disfrutando del placer de verla a su disposición , entonces un chasquido , un sonido, irrumpió en aquel baile de miradas _¿sabes que esto?-Jean tenia un tono sarcástico ,_ "no ,no ,no , por Dios , que no sea lo que estoy imaginando "_ de nuevo un zumbido y la certeza de que si... , era un látigo , un escalofrió la recorrió desde los tobillos hasta la nuca , y un deseo reprimido de faltar a su palabra se quedo en los labios ..........silencio .

La puerta del baño se abrió y Carie volvió de su estado de ensoñación , se retocó los labios y se acicalo el pelo , mientras la mujer entraba en el segundo reservado se volvió a preguntar_ ¿ quien es esa mujer?_ no tenia nada de extraño esa pregunta , la experiencia del día anterior había marcado un" antes" y un "después" y no podía evitar cierta ambivalencia ante su imagen .De regreso a la mesa Jean la miraba con orgullo caminando hacia el , su sonrisa delataba mucha complacencia , la del hombre que ve cumplidos sus sueños , su fantasía mas recurrente, la sonrisa de un hombre ..... De un ganador.

Mientras degustaban el menú que "Mauro" les había preparado para la ocasión , Jean charlaba animadamente , se le notaba contento , no había escatimado detalles para premiar a su "reina " y daba instrucciones al somelier para que sirviera un buen vino .Carie estaba perdida entre los acontecimientos del día anterior y la realidad de su mesa , de pronto su atención se centro en el color Burdeos de su copa y como un leve susurro podía escuchar la voz del hombre que tenia frente a ella_ " buena elección caballero, espero que sea de su agrado y que la disfruten " _tomo su copa y un sinfín de sensaciones se fundían entre su mente y su olfato.

El sonido seco del látigo rasgando el aire la volvió a la realidad , Jean estaba como poseído , no se parecía al hombre dulce que un día antes había tomado dos vuelos solo para acogerla en un cálido abrazo en el aeropuerto ._Quiero que te estés muy quieta y no juntes las piernas , voy a fustigarte y no pienso parar hasta que el flujo de ese coño de perra que tienes moje la madera del suelo , así que disfruta Sohar , se que serás muy capaz de hacerlo y prometo que cuando lo mojes pararé _ así , en un estado casi febril aquel hombre empezó a sacudir latigazos sobre el cuerpo de Carie, primero en sus pechos , que reaccionaron inmediatamente con un prominente marcado de los pezones bajo la tela de serpiente , después sintió el cuero en sus piernas , en su espalda , en sus nalgas , el los contaba : _ cinco , seis ....... dame las gracias Sohar , ¡no te escucho ¡¡¡ Carie se estremecía en una mezcla de dolor y placer , el miedo del principio se convirtió en evasión , en abandono , poco a poco su cuerpo paso a un plano de entonación y solo sentía calor ...._Gracias mi señor _ respondía con el tono de una autentica esclava , su respiración estaba en progresión ascendente y los gemidos ya no eran de dolor, gozaba .... en una dimisión hasta entonces desconocida para ella, su sexo empezaba a tener espasmos , estos la devolvieron el mensaje de su amado ..._si te corres antes de que te lo diga .......... _ OH ¡¡¡¡¡ la sorpresa de Jean hizo que cesaran los golpes ,_ no me lo puedo creer _ el tono duro de antes dejaba pasar a la sorpresa y la dulzura _ voy a sacarte el antifaz , quiero que veas esto preciosa _ Carie se sintió confundida ante la luz pero no osaba moverse , al ver la cara de su amado y su eterna sonrisa se tranquilizo , obedeciendo sus indicaciones se arrodillo ante la mancha que su propio flujo había dejado en el suelo ,_ ¿ lo ves? _ Carie estaba tan sorprendida como el, al estar agachada los instrumentos que tenia en sus entrañas estaban terminando el trabajo _ ¡lámelo¡_ ella comenzó un jadeo intermitente a la vez que sacaba su lengua lamía .....Se corría y ...lloraba .

Jean seguía charlando con el somelie, estaba en ese momento de regocijo y autocomplacencia de los depredadores, Carie lo miraba, como si el hombre que tenia frente a el fuera el mayor de los desconocidos _ "el color evolucionado, con tonos yodados. El aroma es complejo y de buena intensidad, con tonos de frutos secos. En boca es fino, equilibrado y persistente. Resiste el paso del tiempo."_ Ander que axial se llamaba el somelie no dejaba de alabar el buen gusto de su cliente , y este no podía sentirse mas hueco en su sillón , en una mueca que delata su grado de egolatría cometió el único error que ella ya no podía pasar _ la ocasión no es menos , la dama bien se merece un Vega Sicigia Único 1960 Mágnum- las miradas de ambos se encontraron , ella para despreciarlo con todo su corazón y el para preguntarla_ ¿ estas bien preciosa?_ Aquella vez sería la última .......la única y ultima vez que Carie sería el trofeo de nadie .

Trabajos de LOKOT canal #surrealistas http://www.vbz.es/




sábado, 26 de abril de 2008

Extracto de "Historia del ojo" de George Bataille

(te he ganado, frid, te he ganado,
aunque más ganará el canal)

El Ojo del Gato


Fui educado solo y, hasta donde recuerdo, siempre me apasionaron las cosas sexuales. Cerca de dieciséis años tenía yo cuando conocí a una joven de mi edad, Simone, en la playa X...Nuestras familias se encontraron un parentesco lejano, cosa que precipitó nuestras relaciones. Tres días después de conocernos estábamos Simone y yo solos en su casa, vestida ella con un delantal negro y un cuello almidonado. Empecé a adivinar que compartía mi angustia, tanto más fuerte cuanto que ese día estaba desnuda bajo el delantal.
Llevaba medias negras de seda sujetas por encima de la rodilla. Todavía no había podido verla hasta el culo (ese nombre empleaba con Simone me parecía el más bonito de los nombres del sexo). Me limitaba a imaginar que, levantando el delantal, le vería el trasero desnudo.
En el pasillo había un plato de leche destinado al gato.
-Los platos están hechos para sentarse-dijo Simone-. ¿Quieres apostar? Me siento en el plato.
-Apuesto a que no te atreves -respondí yo, sin aliento.
Hacia calor. Simone colocó el plato en un pequeño banco, se instaló ante mí y, sin desviar los ojos de los míos, se sentó mojando el trasero en la leche. Me quedé algún tiempo inmóvil, temblando, con la sangre en la cabeza, mientras ella observaba mi verga dilatando el pantalón. Me acosté a sus pies. Ella ya no se movía; por primera vez vi su "carne rosa y negra" bañada en leche blanca. Permanecimos largo tiempo inmóviles, tan ruborizados el uno como la otra.
Ella se levantó bruscamente: la leche resbaló por sus muslos hasta las medias. De pie por encima de mi cabeza, se secó con un pañuelo, poniendo un pie sobre el pequeño banco. Yo me frotaba la verga, agitándome en el suelo. Gozamos al mismo tiempo, sin habernos tocado el uno al otro. Sin embargo, cuando entró su madre, me senté en un sillón bajo y aproveché un momento en que la joven se acurrucó en los brazos maternos: levanté sin ser visto el delantal, pasando una mano entre sus cálidos muslos.
Volví a casa corriendo, ávido de meneármela aún más. Al día siguiente, tenía ojeras. Simone me miró, escondió la cabeza contrea mi espalda y dijo: "No quiero que en adelante te la menees sin mí".
Así empezaron entre nosotros relaciones de amor tan estrechas y necesarias que rara vez estábamos una semana sin vernos. En realidad, nunca hemos hablado de ello. Comprendo que ella experimente en mi presencia sentimientos cercanos a los míos, difíciles de describir. Recuerdo el día en que íbamos en coche muy aprisa. Atropellé a una joven y hermosa ciclista, cuyo cuello quedó casi partido en dos por las ruedas. La contemplamos muerta largo tiempo. El horror y la desesperación que se desprendían de aquellas carnes, en parte repugnantes y en parte delicadas, recuerdan el sentimiento que experimentamos al conocernos. Simone es simple habitualmente. Es alta y guapa; nada hay desesperante en su mirada ni en su voz. Pero es tan ávida de lo que perturba los sentidos que la menor llamada confiere a su rostro un carácter evocador de sangre, de terror súbito y de crimen, de todo cuanto destruye irremediablemente la beatitud y la buena conciencia. Vi por primera vez esa muda y absoluta crispación -que yo compartía- cuando puso su trasero en el plato. Rara vez nos miramos con atención sino en esos momentos. No estamos tranquilos y no jugamos más que durante breves minutos de relajación, tras el orgasmo.
Debo decir aquí que estuvimos largo tiempo sin hacer el amor. Aprovechábamos las ocasiones para entregarnos a nuestros juegos. No carecíamos de pudor, muy al contrario, pero una especie de malestar nos obligaba a desafiarlo. Así, al instante de pedirme que no me la menease solo (estábamos en lo alto de un acantilado), me quitó los pantalones, me obligó a tumbarme en el suelo y, levantandonse la falda, se sentó sobre mi vientre y se abandonó sobre mí. Le metí en el culo un dedo que mi leche había mojado. Luego, se tumbó con la cabeza bajo mi verga y, apoyándose con las rodillas en mis hombros, levantó el culo aproximádolo a mí, que mantenía la cabeza a su nivel.
-¿Puedes hacer pipí en el aire hasta el culo? -me preguntó.
-Sí -respondí-, pero el pis te mojará el traje y la cara.
-¿Por qué no? -dijo ella, y la obedecí; pero, en cuanto hube terminado, la inundé nuevamente, esta vez de leche blanca.
Entretanto, el olor del mar se mezclaba con el de la tela mojada, el de nuestros vientres desnudos y el de la leche. Caía la tarde y permanecíamos en aquella posición inmóviles, cuando escuchamos pasos que aplastaban la hierba.
-No te muevas- suplicó Simone.
Los pasos se habían detenido; no podíamos ver quién se acercaba, reteníamos la respiración. El culo de Simone así erguido me parecía, en realidad, una poderosa súplica: era perfecto, las nalgas estrechas y delicadas, profundamente hendidas. Estaba seguro de que el desconocido, o desconocida, sucumbiría pronto y se vería obligado a desnudarse a su vez. Los pasos recomenzaron, acelerados, y vi aparecer a una jovencita encantadora, Marcelle, la más pura y conmovedora de nuestras amigas. Simone y yo estaábmos rígidos en nuestra postura, hasta el extremo de no poder mover siqueira el dedo, y fue de repente nuestra desdichada amiga quien se dejó caer en la hierba sollozando. Sólo entonces, soltándonos del abrazo, nos lanzamos sobre aquel cuerpo abandonado. Simone le levantó la falda, le arrancó la braga y me mostró con embriaguez un nuevo culo tan hermoso como el suyo. Lo besé con rabia, masturbando el de Simone, cuyas piernas habían aprisionado los riñones de la extraña Marcelle, quien ya no ocultaba más que sus sollozos.
-Marcelle -exclamó-, te lo suplico, no llores. Quiero que me beses en la boca.
Simone acariciaba su hermoso pelo liso, besándola por todo el cuerpo.
Entretanto, el cielo se había pasado a la tormenta y, con el anochecer, gruesas gotas de lluvia habían empezado a caer, produciéndose una tregua tras el bochorno de un día tórrido y sin brisa. El mar hacía ya un ruido enorme, dominado por largos fragores de trueno, y los relámpagos permitían ver como en pleno día los dos culos masturbados de las jóvenes que ahora habían enmudecido.

Enviado por XoseAntón

TRINI, LA VECINA DEL QUINTO


Abre el portal, regresa. Afuera queda la calle, la noche, los neones rojos y la música desgarrada. Entra y enciende la luz de la escalera, una bombilla amarillenta le da la bienvenida. El áurea cae como un manto de otoño y se posa con suavidad sobre su cuerpo. La rodea, la acaricia y desciende hasta sus pies. Es el perro fiel que le ilumina el camino y guía sus pasos hacia un cuento inconfesable. La puerta se cierra despacio, censura el momento como el telón de un teatro decimonónico.

No importa, puedo verla a través de la pared más opaca. Trini –porque cuando deja la calle y entra en el edificio, es Trini, la vecina del quinto–, emite calor suficiente para que las noches sin luna resplandezcan como un mediodía de mayo. Su solo recuerdo es presencia viva que despierta los deseos más obscenos.

Ahí acudo a verla y así deseo imaginarla: en el portal, transformada en Trini. No en la calle, donde tiene nombre de canción, de protagonista; cuando los verdaderos protagonistas son extraños.

Ha venido pronto, a finales de mes escasean los clientes con dinero. Bajo a recibirla, le abro la puerta del ascensor y la espero. Entra y se apoya en una de las paredes laterales. La miro a los ojos con decisión y me sostiene la mirada con la boca ligeramente abierta. Sin apartar mis ojos de los suyos, acciono el pulsador de la planta número cinco. El ascensor se pone en movimiento y a ella se le escapa un suspiro. Con la punta de los dedos, me toco el ala del sombrero y avanzo a ritmo de tango. Su respiración se acelera, se torna más profunda y espesa; sus pechos parecen adquirir vida propia, tratan de zafarse del encierro; junta más las piernas y aprieta los muslos; un imperceptible temblor mueve sus labios, pero no rehuye la mirada. Me aproximo hasta sentir que la rozo con el pecho. Su cuerpo se agita, sus senos suben y bajan cada vez más rápido. Sin atropellos, le acerco una mano al rostro y, temerosa, sin dejar de mirarme, ladea un poco la cara. Con la punta de los dedos, casi sin tocarla, le aparto un mechón de pelo que le cae sobre la frente. Vuelve a suspirar.

En la música de ambiente suena la melodía“Malena”.

Mi boca busca la suya. No se aparta, sólo gira un poco la cabeza para que pueda beber de sus labios. Espera el beso con los ojos cerrados y pega su cuerpo al mío.

El ascensor sube disparado. Uno, dos, tres..., los dígitos que señalizan el paso de planta están al rojo vivo.

Noto sus medias, su faldita corta, su blusa escotada; siento sus muslos, el temblor de su vientre, sus pechos con los pezones como lanzas. Un cosquilleo eléctrico me recorre la espalda. No puedo seguir más allá de un suave roce de labios. Su aliento me embriaga. Sedienta, abre los ojos y me interroga con gesto turbado. Me abraza, me atrae con firmeza, quiere besarme. Le paso un dedo por el borde de los labios, los acaricio por encima del carmín. Juega a morderlo, sonríe.

En el panel de mandos parpadea el número cinco. La melodía continúa sonando.

Le separo las manos de mí, la giro, la vuelvo de frente a la pared. Se deja. Abre un poco las piernas y arquea la espalda. Poso mis manos en sus muslos y empiezo a subirlas muy despacio. Asciendo por el contorno de su silueta, pasando por las caderas, la cintura y los costados, hasta llegar a sus brazos. Se los levanto y los apoyo en la pared. Me aprieto contra ella, le hago sentir de nuevo mi cuerpo. La beso en el cuello, aspiro con fuerza el aroma de su nuca. Flexiona las rodillas, no la sostienen las piernas. Gime y jadea, sus sonidos son roncos. Insisto con los besos: uno, dos, tres, cuatro, cinco...

La puerta del ascensor está abierta.

Quiero seguir, acompañarla a su casa, a su cama. Desnudarla beso a beso. Convertir mi lengua en una púa y sus pezones en cuerdas de guitarra, oírlos vibrar. Arrancar de sus jadeos notas, melodías. Mezclarme con su ardor, su aroma; con sus temblores y espasmos. Acariciarla, arañarle, suave, muy suave, la espalda, las nalgas, el interior de los muslos, hasta que la muñeca de porcelana se transforme en una tigresa de bengala. Beber de su manantial de la vida, abrir con un abracadabra la cueva de Alibaba y los cuarenta ladrones. Llegar a su corazón a través de su cuerpo. Convertirla, al menos un día, en la actriz principal. Quiero, pero no puedo. Cuando la puerta del ascensor se abre se apagan las luces y cesa la música.

Mañana, tan pronto el profesor remate con la última clase, saldré del instituto y, a toda prisa, recorreré el camino de vuelta a casa. Todo mi tiempo se ha convertido en un instante: encontrarme con ella, coincidir en el portal. A esas horas comienza su jornada. Nos saludaremos y bajaré la vista avergonzado. Sonreirá maliciosa, como si adivinara mis cuentos lujuriosos. Volveré a levantar la vista cuando me dé la espalda. Me gusta mirar como abre el portal y sale a la calle, contemplar como bajo la luz de las farolas, Trini, la vecina del quinto, se transforma en tango.

miércoles, 23 de abril de 2008

Cuento lo de San Jorge como creo recordar que fue

"Le voy a meter esto por el culo al dragón", pensaba; y trota que te trota con un solo caballo y empuñando una rosa amarilla se dirigía Jorge en su sano juicio mas de capa caida, aun no tan santo, hacia la cueva donde la hija del rey hijo de puta de turno estaba a poco de ser comida por un dragón hambriento y de malos modales, nada que ver con los dragones amables de las cosmopistas, un dragón viejo y sabio como el demonio, todo un ejemplar de Señor Dragón de las oscuridades.

Al llegar penetró en la oscuridad, como me gustaría estar haciéndote ahora, caminando hacia una luz naranja, roja y amarilla que, el tal Jorge, suponía debía ser el hálito del dragón, dragón halitoso y maloliente, por cierto, y apartándose los típicos murciélagos panvocálicos y terroríficos de cada cueva en cada historia de terror con la mano, llegó ante la figura rugiente del Animal fabuloso al que se atribuye forma de serpiente muy corpulenta, con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad, rae dixit...

Desenfundó, como un vaquero perdido en la edad antigua, su rosa amarilla y apuntó al dragón.

-¿Alguna vez te han sodomizado con una rosa, dragón?-je, pensó jorge.
-Me parece un atrevimiento- dijo el dragón- que vengas aquí el día de la boda de mi hija, cof cof, día que nos íbamos a comer como plato especial a la hija del rey de los cojones, que dicho sea de paso no te va a aflojar un chavo en caso de que consigas derrotarme, y ni siquiera tengas la desfachatez de preguntarme mi nombre.
-No necesito saber tu nombre...-el dragón le interrumpió.
-Desmondo Lirondo, Dragón de dragones, rey de esta cueva y de todo lo que viera tu ojo durante el camino que hayas recorrido para llegar a ella.
-No me camelan (era muy flamenco, Jorgito) tus tretas de dragón parlanchín, te meteré mi rosa por el culo y morirás como un Rilke hecho de escamas- este chiste tan poco logrado no le hizo gracia ni a él.
-¡Entonces muere!- se lanzó hacia San Jorge (ya se le iba oliendo la santidad), que lo esquivó con una agilidad de flaco en autobús tipo lata de sardina y al tenerlo de espaldas le metió la rosa hasta donde el alma gana su nombre.
-Muero-dijo el dragón.
Y murió. Y el tipo se folló a la princesa antes de devolverla a su padre que habría de casarla con un memo infértil y polliflojo, y como bien dijo el dragón no le dió ni un puto euro y ni las gracias.
San Jorge salió de allí relajado y oliendo a sexo y así cabalgó sobre su caballo toda la eternidad.

Desde entonces, niños, niñas, hay una tradición popular que se basa en que si ves un dragón a punto de comerse a una princesa en el día de san jordi y tienes una rosa amarilla a mano se la metas por el culo, porque si no se va a comer a la princesa y no te van a hacer santo y casi con toda seguridad ese día no follarás.

MC

Una rosa para ti, mi cosa cosa, mi cosa tremebunda

felicidades a todos los jorges, a todos los que las merezcan, claro.

MC

martes, 22 de abril de 2008

El Lobo Hombre- Boris Vian

En el Bois des Fausses Reposes, al pie de la costa de Picardia, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita consistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-dAvray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que un aguacero extiende, de vez en cuando, el oliváceo reflejo de los árboles majestuosos. También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esencial de la lencería. Consideraba con filosofía el resultado de tales afanes, en ocasiones coronados por el éxito y, meneando la cabeza, se alejaba púdicamente cuando ocurría que una víctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra. Descendiente de un antiguo linaje de lobos civilizados, Denis se alimentaba de hierba y de jacintos azules, dieta que reforzaba en otoño con algunos champiñones escogidos y, en invierno, muy a su pesar, con botellas de leche birladas al gran camión amarillo de la Central. La leche le producía náuseas a causa de su sabor animal y, de noviembre a febrero maldecía la inclemencia que una estación que le obligaba a estragarse de tal manera el estómago.

Denis vivía en buenas relaciones con sus vecinos, pues éstos, dada su discreción, ignoraban incluso que existiese. Moraba en una pequeña caverna excavada, muchos años atrás, por un desesperado buscador de oro, quien, castigado por la mala fortuna durante toda su vida, y convencido de no llegar a encontrar jamás el ?cesto de las naranjas? (cito a Louis Boussenard), había decidido acabar sus días en clima templado sin dejar de practicar, empero, excavaciones tan infructuosas como maníacas. En dicha cueva Denis se acondicionó una confortable guarida que, con el paso del tiempo, adornó con ruedas, y otros recambios de automóvil recogidos por él mismo en la carretera, donde los accidentes eran el pan nuestro de cada día. Apasionado de la mecánica, disfrutaba contemplando sus trofeos, y soñaba con el taller de reparaciones que, sin lugar a dudas, habría de poner algún día. Cuatro bielas de aleación ligera sostenían la cubierta de maletero utilizada a manera de mesa; la cama la conformaban los asientos de cuero de un antiguo Amílcar que se enamoró, al pasar, de un opulento y robusto plátano, y sendos neumáticos constituían marcos lujosos para los retratos de unos progenitores siempre bien queridos. El conjunto armonizaba exquisitamente con los elementos más triviales reunidos, en otros tiempos, por el buscador.

Cierta apacible velada de agosto, Denis se daba con parsimonia su cotidiano paseo digestivo. La luna llena recortaba las hojas como encaje de sombras. Al quedar expuestos a la luz, los ojos de Denis cobraban los tenues reflejos rubíes del vino de Arbois. Aproximábase ya al roble que constituía el término ordinario de su caminata, cuando la fatalidad hizo cruzarse en su camino al Mago del Siam, cuyo verdadero nombre se escribe Etienne Pample, y a la diminuta Lisette Cachou, morena camarera del restaurante Groneil, arrastrada por el mago con algún pretexto ingenioso a las Fausses Repouses. Lisette estrenaba un corsé Obsesión último diseño, cuya destrucción acababa de costar seis horas al Mago del Siam, y era a tal circunstancia a la que Denis debía agradecer tan tardío encuentro.

Por desgracia para este último, la situación era en extremo desfavorable. Medianoche en punto; el Mago del Siam con los nervios de punta; y dándose en abundancia por los alrededores la consuelda, el licopodio y el conejo albo, que, desde hace poco, acompañan inevitablemente los fenómenos de licantropía o, mejor dicho, de antropolicandría, como tendremos ocasión de leer en las páginas que siguen. Enfurecido por la aparición de Denis que, sin embargo, se alejaba ya tan discreto como siempre barbotando una excusa, y desencantado también de Lisette, por cuya culpa conservaba un exceso de energía que pedía a gritos ser descargada de una u otra manera, el mago del Siam se abalanzó sobre la inocente bestia, mordiéndole cruelmente el codillo. Con un gruñido de angustia, Denis escapó al galope. De regreso a su guarida, se sintió vencido por una fatiga fuera de lo común y quedó sumido en un sueño muy pesado, entrecortado por violentas pesadillas.

No obstante, poco a poco fue olvidando el incidente, y los días volvieron a pasar tan idénticos como diversos. El otoño se acercaba y, con él las mareas de septiembre, que producen el curioso efecto de arrebolar las hojas de los árboles. Denis se atracaba de míscalos y de setas, llegando a atrapar a veces alguna peziza casi invisible sobre su plinto de cortezas, mas huía como de la peste del indigesto lengua de buey. Los bosques, a la sazón, se vaciaban a muy temprana hora de paseantes y Denis se acostaba más temprano. Sin embargo, no por eso descansaba mejor, y en la agonía de noches entreveradas de pesadillas, se despertaba con la boca pastosa y los miembros agarrotados. Incluso sentía menguar paulatinamente su pasión por la mecánica, y el mediodía le sorprendía cada vez con más frecuencia amodorrado y sujetando con una zarpa inerte el trapo con el que debía haber lustrado una pieza de latón cardenillo. Su reposo se hacía cada vez más desasosegado, y a Denis le preocupaba no descubrir las razones.

Tiritando de fiebre y sobrecogido por una intensa sensación de frío, en mitad de la noche de luna llena despertó brutalmente de su sueño. Se frotó los ojos, quedó sorprendido del extraño efecto que sintió y, a tientas, buscó una luz. Tan pronto como hubo conectado el soberbio faro que le legase algunos meses atrás un enloquecido Mercedes, el deslumbrante resplandor del aparato iluminó los recovecos de la caverna. Titubeante, avanzó hacia el retrovisor que tenía instalado justo encima de la coqueta. Y si ya le había asombrado darse cuenta de que estaba de pie sobre las patas traseras, aún quedó más maravillado cuando sus ojos se posaron sobre la imagen reflejada en el espejo. En la pequeña y circular superficie le hacía frente, en efecto, un extravagante y blancuzco rostro por completo desprovisto de pelaje, y en el que sólo dos llamativos ojos rufos recordaban su anterior apariencia. Dejando escapar un breve grito inarticulado se miró el cuerpo y al instante comprendió la causa de aquel frío sobrecogedor que le atenazaba por todas partes. Su abundante pelambrera negra había desaparecido. Bajo sus ojos se alargaba el malformado cuerpo de uno de estos humanos de cuya impericia amatoria solía con tanta frecuencia burlarse.

Resultaba forzoso moverse con presteza. Denis se abalanzó hacia el baúl atiborrado de las más diferentes ropas, reunidas según el caprichoso azar de la sucesión de los accidentes. El instinto le hizo escoger un traje gris con rayitas blancas, de aspecto bastante distinguido, con el cual combinó una camisa lisa de tono palo de rosa, y una corbata Burdeos. Cuando estuvo cubierto con tal indumentaria, admirado todavía de poder conservar un equilibrio que en absoluto comprendía, empezó a sentirse mejor, y los dientes cesaron de castañetearle. Fue entonces cuando su extraviada mirada vino a fijarse en el irregular y espeso montoncillo de negra pelambrera esparcido alrededor de su lecho, y no pudo impedirse llorar su perdida apariencia.

Hizo empero un violento esfuerzo de voluntad para serenarse e intentó explicarse el fenómeno. Sus lecturas le habían enseñado muchas cosas, y el asunto acabó por parecerle diáfano. El Mago del Siam debía ser un hombre-lobo y él, Denis, mordido por la alimaña, acababa de convertirse, recíprocamente, en ser humano.

Ante la idea de que debía disponerse a vivir en un mundo desconocido, en un primer momento se sintió presa del pánico. ¡Qué peligros no habría de correr como hombre entre los humanos! La evocación de las estériles competiciones a que se entregaban día y noche los conductores en tránsito de la Cote de Picardie le anticipaba simbólicamente la atroz existencia a la que, de buena o mala gana, sería preciso adaptarse. Pero luego reflexionó. Según todas las apariencias, y si los libros no mentían, la transformación habría de ser de duración limitada. Y en tal caso, ¿por qué no aprovecharla para hacer una excursión a la ciudad? Llegados a este punto, preciso es reconocer que determinadas escenas entrevistas en el bosque se reprodujeron en la imaginación del lobo sin provocar en él las mismas reacciones que antes. Al contrario: se sorprendió incluso pasándose la lengua por los labios, cosa que le permitió constatar de paso que, a pesar de la metamorfosis, seguía siendo tan puntiaguda como siempre.

Volvió al retrovisor para contemplarse más de cerca. Sus rasgos no le disgustaron tanto como había temido. Al abrir la boca pudo constatar que su paladar seguía siendo de un negro llamativo, y, por otro lado, que también conservaba incólume el control de sus orejas, y tal vez una pizca sospechosas por ser en exceso alargadas y pilosas. Mas consideró que el rostro que se reflejaba en el pequeño y esférico espejo, con su forma oval un algo prolongada, su pigmentación mate y sus blancos dientes, haría un papel aceptable entre los que conocía. Así que, después de todo, lo mejor sería sacar partido de lo inevitable y aprender algo de provecho para el porvenir. Consideración no obstante la cual un ramalazo de prudencia le obligó antes de salir a hacerse con unas gafas oscuras que, en caso de necesidad, atemperarían la rojiza brillantez de sus cristalinos. Proveyese asimismo de un impermeable que se echó al brazo, y ganó la puerta con paso decidido. Pocos instantes después, cargado con una maleta ligera, y olfateando una brisa matinal que parecía singularmente desprovista de fragancia, se encontraba en la cuneta de la carretera, alargando el pulgar sin complejo alguno al primer automóvil que divisó en lontananza. Había decidido ir en dirección a París aconsejado por la experiencia cotidiana de que los coches rara vez se detienen al empezar la cuesta arriba, y sí, en cambio, cuesta abajo, cuando la gravedad les permite volver a arrancar con facilidad.

Su elegante aspecto le reportó ser rápidamente aceptado como acompañante por una persona con no demasiada prisa. Y confortablemente acomodado a la derecha del conductor, se dispuso a abrir sus ardientes ojos a todo lo desconocido del vasto mundo. Veinte minutos más tarde se apeaba en la plaza de la Opera. El tiempo estaba despejado y fresco, y la circulación se mantenía dentro de los límites de lo decente. Denis se lanzó osadamente entre los tachones del asfalto y, tomando el bulevar, caminó en dirección al Hotel Scribe, en el que alquiló una habitación con cuarto de baño y salón. Dejó su maleta al cuidado de la servidumbre y salió acto seguido a comprar una bicicleta.

La mañana se le fue en un abrir y cerrar de ojos. Fascinado, no sabía bien hacia dónde pedalear. En el fondo de su yo experimentaba, sin lugar a dudas, el íntimo y oculto deseo de buscar un lobo para morderle, pero pensaba que no le resultaría demasiado fácil encontrar una víctima y, por otro lado, quería evitar dejarse influenciar en demasía por el contenido de los tratados. No ignoraba en absoluto que, con un poco de suerte, no le sería imposible acercarse a los animales del Jardín des Plantes, pero prefirió reservar tal posibilidad para un momento de mayor apremio. La flamante bicicleta absorbía en aquel momento toda su atención. Aquel subterfugio niquelado le encandilaba, y, por otra parte, no dejaría de serle útil a la hora de regresar a su guarida.

A mediodía estacionó la máquina delante del hotel, ante la mirada un tanto reticente del portero. Pero su elegancia, y sobre todo aquellos ojos que asemejaban carbúnculos, parecían privar a la gente de la capacidad de hacerle el más mínimo reproche. Con el corazón exultante de alegría, se entretuvo en la búsqueda de un restaurante. Finalmente eligió uno tan discreto como de buena pinta. Las aglomeraciones le impresionaban todavía y, a pesar de la amplitud de su cultura general, temía que sus maneras pudiesen evidenciar un ligero provincianismo. Por eso pidió un sitio apartado y diligencia en el servicio.

Pero lo que Denis ignoraba era que precisamente en ese lugar de tan sosegado aspecto se celebraba, justo aquel día, la reunión mensual de los aficionados al Pez de Agua Dulce Rambouilleriano. Cuando estaba a medio comer, vio irrumpir de repente una comitiva de caballeros de resplandeciente tez y joviales maneras que, en un abrir y cerrar de ojos, ocuparon siete mesas de cuatro cubiertos cada una. Ante tan súbita invasión, Denis frunció el ceño. Mas, como se temía, el maitre acabó por acercarse cortésmente a la suya.

- Lo siento mucho, señor. ? dijo aquel hombre lampiño y cabezón-, pero ¿podría hacernos el favor de compartir su mesa con la señorita?
Denis echó una mirada a la zagala, desfrunciendo el ceño al mismo tiempo.
- Encantado ?dijo incorporándose a medias.
- Gracias, caballero ?gorjeó la criatura con voz musical. Voz de sierra musical, para ser más exactos.
- Si usted me lo agradece a mí ?prosiguió Denis- ¿a quién deberé yo? Agradecérselo, se sobreentiende.
- A la clásica providencia, sin duda ?opinó la monada.
Y a continuación dejo caer su bolso, que Denis recogió al vuelo.
- ¡Oh! ? exclamó ella. - ¡Tiene usted unos reflejos extraordinarios!
- Si? - confirmó Denis.
- Sus ojos son también bastante extraños ?añadió la joven al cabo de cinco minutos. ? Los veo parecidos a? a?
- ¡Ah! ? comentó Denis.
- A granates ?concluyó ella.
- Es la guerra? -musitó Denis.
- No le entiendo?
- Quería decir ?explicó Denis- que esperaba que esperaba que le recordase a rubíes. Pero al oír que sólo ha dicho granates, no he podido por menos que pensar en restricciones. Concepto que, por una relación de causa efecto, me ha llevado acto seguido al de guerra.
- ¿Estudió usted Ciencias Políticas? ? preguntó la morenita.
- Le juro que no volveré a hacerlo.
- Le encuentro bastante fascinante ?aseguró llanamente la señorita que, aquí entre nos, lo había dejado de ser ya muchas más veces de las que pudiera contar.
- De buena gana le devolvería el piropo, pero pasándolo al género femenino ?expresóse Denis, madrigalesco.

Salieron juntos del restaurante. La lagarta confió al lobo convertido en hombre que, no lejos de allí, ocupaba una encantadora habitación en el Hotel del Pasapurés de Plata.

- ¿Por qué no viene a ver mi colección de grabados japoneses? ?acabó susurrando al oído de Denis.
- ¿Sería prudente? ? inquirió éste-, ¿Su marido, su hermano, o algún otro de sus parientes no lo vería con inquietud?
- Digamos que soy un poco huérfana ?gimió la pequeña, haciéndole cosquillas a una lágrima con la punta de un ahusado índice.
- Una verdadera lástima ?comentó cortésmente su distinguido acompañante.

Al llegar al hotel creyó darse cuenta de que el recepcionista parecía llamativamente distraído. También constató que tanta felpa roja amortiguante hacía diferir notablemente ese establecimiento de aquel otro en el que él se había alojado. Pero en la escalera se distrajo contemplando primero las medias y luego las pantorrillas, inmediatamente adyacentes, de la señorita. En el afán de instruirse, la dejó tomar hasta seis escalones de ventaja. Y una vez que se creyó bastante instruido, apretó nuevamente el paso.

Por lo que tenía de cómica, la idea de fornicar con una mujer no dejaba de chocarle. Pero la evocación de Fausses Reposes hizo desaparecer finalmente aquel elemento retardatario y muy pronto se encontró en condiciones de poner en práctica con el tacto, los conocimientos que en el añorado bosque le entraran por la vista. Llegados a determinado punto, plugo a la hermosa reconocerse, a gritos, satisfecha; y en el artificio de tales afirmaciones, mediante las cuales aseguraba haber llegado a la cúspide, pasó inadvertido el entendimiento poco experimentado en ese terreno del bueno de Denis.

Apenas comenzaba éste a salir de una especie de coma bastante distinto de todo cuanto hubiese conocido hasta entonces, cuando oyó sonar al despertador. Sofocado y pálido, se incorporó a medias en el lecho y quedó boquiabierto viendo cómo su compañera, con el culo al aire, dicho sea con todo respeto, registraba con diligencia el bolsillo interior de su americana.

- ¿Desea una foto mía? ?dijo, sin pensarlo dos veces, reyendo haber comprendido.

Se sintió halagado, pero, por el sobresalto que empinó la bipartita semiesfera que ante sus narices tenía, al instante se dio cuenta del inmenso error de tan desventurada suposición.

- Esto? eh? sí, querido mío ?acabó por decir la dulce ninfa, sin saber muy bien si se le estaba o no tomando la cabellera.

Denis volvió a fruncir el ceño. Se levantó y fue a comprobar el contenido de su cartera.

- ¡Así que es usted una de esas hembras cuyas indecencias pueden leerse en la literatura del señor Mauriac! ?explotó finalmente-. ¡Una prostituta, por decirlo de algún modo!

Se disponía ella a replicar, y en qué tono, que se cagaba en tal y en cual, que se lo montaba con su cuerpo serrano, y que no acostumbraba a tirarse a los pasmados por el gusto de hacerlo, cuando un cegador destello procedente de los ojos del lobo antropofomorfizado le hizo tragarse todos y cada uno de los proyectados exabruptos. De las órbitas de Denis manaban, en efecto, dos incesantes centellas rojas que, cebándose en los globos oculares de la morenita, la sumieron en muy curiosa confusión.
- ¡Haga el favor de cubrirse y de largarse en el acto! ?sugirió Denis.

Y para aumentar el efecto, tuvo la inesperada idea de lanzar un aullido. Hasta entonces, nunca semejante inspiración se le había pasado por las mientes. Mas, a pesar de tal falta de experiencia, la cosa resonó de manera sobrecogedora.

Aterrorizada, la damisela se visitó sin decir ni pío, en menos tiempo del que necesita un reloj de péndulo para dar las doce campanadas. Una vez solo, Denis se echó a reír. Se sentía asaltado por una viciosa sensación bastante excitante.

- Debe ser el sabor de la venganza ? aventuró en voz alta.

Volvió a poner donde correspondía cada uno de sus avíos, se lavó donde más lo necesitaba y salió a la calle. Había caído la noche, el bulevar resplandecía de manera maravillosa.
No había caminado ni dos metros cuando tres individuos se le acercaron. Vestidos un poco llamativamente, con ternos demasiado claros, sombreros demasiado nuevos y zapatos demasiado lustrados, lo cercaron.

- ¿Podemos hablar con usted? ? dijo el más delgado de todos, un aceitunado de recortado bigotillo.
- ¿De qué? ? se asombró Denis.
- No te hagas el tonto ? profirió uno de los otros dos, coloradote y grueso.
- Entremos ahí? - propuso el aceitunado según pasaban por delante de un bar.

Lleno de curiosidad, Denis entró. Hasta aquel momento, la aventura le parecía interesante.

- ¿Saben jugar al bridge? ? preguntó Denis a sus acompañantes.
- Pronto vas a necesitar uno ? sentenció el grueso coloradote sombríamente. Parecía irritado.
- Querido amigo ? dijo el aceitunado una vez que hubieron tomado asiento -, acaba usted de comportarse de una manera muy poco correcta con una jovencita.

Denis comenzó a reír a mandíbula batiente.

- ¡Le hace gracia al muy rufián! ? observó el coloradote-, ya veréis cómo dentro de poco le hace menos.
- Da la casualidad ?prosiguió el flaco ? de que los intereses de esa muchacha son también los nuestros.

Denis comprendió de repente.

- Ahora entiendo ?dijo-. Ustedes son sus chulos.

Los tres se levantaron como movidos por un resorte.
- ¡No nos busques! ? amenazó el más gordo.

Denis los contemplaba.
- Noto que voy a encolerizarme ?dijo finalmente, con mucha calma-. Será la primera vez en mi vida, pero reconozco la sensación. Tal como ocurre en los libros.

Los tres individuos parecían desorientados.
- ¡Arreglado vas si piensas que nos asustas, gilipollas! ? tronó el gordo.

Al tercero no le gustaba hablar. Cerrando el puño, tomó impulso. Cuando estaba a punto de alcanzar el mentón de Denis, éste se zafó, atrapó de una dentellada la muñeca del agresor y la apretó. Eso debió doler.

Una botella vino a aterrizar sobre la cabeza de Denis que parpadeó y retrocedió.
- Te vamos a escabechar ?dijo el aceitunado.

El bar se había quedado vacío. Denis saltó por encima de la mesa y del adversario gordo. Sorprendido, éste se quedó un instante inmóvil, pero llegó a tener el reflejo de agarrar uno de los pies calzados de ante del solitario de Fausses Reposes.

Siguió una breve refriega al final de la cual Denis, con el cuello de la camisa desgarrado, se contempló en el espejo. Una cuchillada le adornaba la mejilla, y uno de sus ojos tendía al índigo. Prestamente acomodó los tres cuerpos inertes bajo las banquetas. El corazón le latía con furia. Y, de repente, sus ojos fueron a fijarse en el reloj de la pared. Las once.

- ?¡Mierda!?, pensó, ?es hora de marcharse!?

Se puso apresuradamente las gafas oscuras y corrió hacia su hotel. Sentía el alma pletórica de odio, pero la proximidad de su partida le apaciguó.
Pagó la cuenta, recogió el equipaje, montó en su bicicleta y se puso a pedalear incansablemente como un verdadero Coppi.


Estaba llegando al puente de Saint-Cloud, cuando un agente le dio la voz de alto.
- ¿O sea que va usted sin luces? ?preguntó aquel hombre semejante a tantos otros.
- ¿Cómo? ? se extrañó Denis-. ¿Y por qué no? Veo de sobra.
- No se llevan para ver ?explicó el agente- sino para que le vean a uno. ¿Y si le ocurre un accidente? Entonces, ¿qué?
- ¡Ah! ?exclamó Denis-. Si; tiene usted razón. ¿Pero, puede explicarme cómo funcionan las luces de este armatoste?
- ¿Se está burlando de mí? ?indagó el alguacil.
- Escuche ?se puso serio Denis-. Llevo tanta prisa que ni siquiera tengo tiempo de reírme de nadie.
- ¿Quiere usted que le ponga una multa? ?dijo el infecto municipal.
- Es usted pelmazo de más ?replicó el lobo ciclista.
- ¡De acuerdo! ?sentenció el noble bellaco-. Pues ahí va?

Y sacando la libreta y un bolígrafo, bajó la nariz un instante.
- ¿Su nombre, por favor? ?preguntó, volviendo a levantarla.

Después sopló con todas sus fuerzas en el interior de su silbato, pues, muy lejos ya, alcanzó a ver la bicicleta de Denis lanzada, con él encima, al asalto del repecho.

En el mencionado asalto, Denis echó el resto. Al asfalto, pasmado, no le quedaba más que ceder ante su furioso avance. La costana de Saint Cloud quedó atrás en un abrir y cerrar de ojos. Atravesó a continuación la parte de la ciudad que costea Montretout ?fina alusión a los sátiros que vagan por el parque dedicado al antes nombrado santo y giró después a la izquierda, en dirección hacia el Pont Noir y Ville dAvray. Al salir de tan noble ciudad y pasar frente al restaurante Cabassud, advirtió cierta agitación a sus espaldas. Forzó la marcha y, sin previo aviso, se internó por un camino forestal. El tiempo apremiaba. A lo lejos, de repente, algún carillón comenzaba a anunciar la llegada de la medianoche.

Desde la primera campanada, Denis notó que la cosa no marchaba. Cada vez le costaba más trabajo llegar a los pedales; sus piernas parecían irse acortando paulatinamente. A la luz del claro de luna seguía sin embargo escalando, montando sobre su rayo mecánico, por entre la gravilla del camino de tierra. Pero en cierto momento se fijó en su sombra: hocico alargado, orejas erguidas. Y al instante se dio de boca en el suelo, pues un lobo en bicicleta carece de estabilidad.

Felizmente para él. Pues apenas tocó tierra se perdió de un salto en la espesura. La moto del policía, entretanto, colisionó ruidosamente contra la recién caída bicicleta. El motorista perdió un testículo en la acción a la vez que el treinta y nueve por ciento de su capacidad auditiva.

Apenas recobrada la apariencia de lobo y sin dejar de trotar hacia su guarida, Denis consideró el extraño frenesí que lo había asaltado bajo las humanas vestiduras de segunda mano. El, tan apacible y tranquilo de ordinario, había visto evaporarse en el aire tanto sus buenos principios como su mansedumbre. La ira vengadora, cuyos efectos se habían manifestado sobre los tres chulos de la Madeleine ?uno de los cuales, apresurémonos a decirlo en descargo de los verdaderos chulos, cobraba sueldo de la Prefectura, Brigada Mundana-, le parecía a la vez inimaginable y fascinante. Meneó la cabeza. ¡Qué mala suerte la mordedura del Mago del Siam! Felizmente, pensó no obstante, la penosa transformación habría de limitarse a los días de plenilunio. Pero no dejaba de sentir sus secuelas, y esa cólera latente, ese deseo de venganza no dejaban de inquietarlo.

Elmett Batters en el IVAM

bufu

A censurado
.
.
Si tuviera que escribir para agradarte
seguramente defecaría más cerca de ti
vomitaría cual bulímica fanática
todavía más
en tu doble cuello
allí
tomaría un par de copas
me saltaría
l
l
tu norma
l
l
v
y acabaría haciéndote tragar
la lefa de tu tediosa coherencia
el himen de tu virgen ánima
escolástica
dejaría a un
lado
que Nietzsche fuese filólogo
pero no renunciaría
jamás
a darte sin
rimada
una buena dosis de blablabla
esnifando los canalillos de
tus lechuguinos &
amargos edictos.
.
.
bF'

...........................................................................

ME DUELE
.
.
Me duele la piel de hablarte entre poros
no captas la gota de sudor
pero la has saboreado abandonándola.
.
Donde dejas el espacio en el mensaje
allí poso el rancio extraño sentido
de los millares de signos daneses
en una caja de latex esterilizada.
.
Me duele donde nadie conoce donde nadie
es nadie es una acera estrecha aunque peligrosa
por suerte tu mano acribilla volando esporas
el núcleo duro reblandecido cuando acaricias
un último rayo de luz
en una madrugada que se me apaga.
.
.
BF08

..................................................................................

DESCRIBIRTE
.
.
Cuando te describo, un vientecillo fresco se levanta.
Cuando no llego a pronunciar tu nombre,
mi lengua se cuela por tus labios color atractor
dibujados en tu frente para que saboree
el momento no fracasado, decir de una maldita vez
te quiero-no vacilar-difuminarnos.
.
.
bufu 2OO8

Keve - Ahora llueve sexo del cielo, si eres listo te meteras el paraguas por el culo y abriras la boca mirando a Dios


Hace tanto calor que el aire se queda carbonizado entre la nariz y la boca, estancado e impasible sin moverse de mi, restregandose como una babosa, licuandome las neuronas.
Parezco salido de su matriz, aún humedo. Sale recalentado y entra acalorado. Se me empañan las gafas, mi espalda llora sudor, y cualquier ventana parece una pared.
Calor dilatado, calor de carne congregada, calor húmedo, calor sólido, calor suicida, calor de alcohol, calor agitanado, calor salvaje, calor hambriento, calor deshecho, calor vaporoso, calor atómico, calor específico, calor natural, calor negro, calor seco, calor de entrepierna, calor vacio, calor vicioso y centrifugado.
Me aturde, Me da Vértigo, me da nauseas; vomitaria Fuego, escupiria llamas, mearia napalm. Hace tanto calor que me encierro en mi zulo hermeticamente, el aire nos se renueva y pasa y repasa mis pulmones, siento que me derrito y me purifico, noto mi estomago quemando, me estoy volviendo loco por segundos, es como tener una bolsa de plástico en la cabeza y ahogarte tu mismo, el Fuego y Yo somos puro exceso y necesitamos consumir hasta destruirnos.

lunes, 21 de abril de 2008

Agebat D`amug Pug Tua- MalditoCatorce

Te quiero
ver ya
tener ya
besar ya
follar ya
amar ya
arrullar ya
espiral ya
te quiero
javicéntrica
javiatada
javivísima
en mi
por ti
porque si
y no por john coltrane
sino por mi
y lo querré
siempre
sobre todo
por ti

domingo, 20 de abril de 2008

primeros días del canal o "El cadáver que te trajo"

Creo en el amor.

Lo confieso.

El amor es un chocho loco

Un seiscientos destartalado

una inyección de SinPlomo98

una esquina donde convergen dos putas

El amor es pegar duro!

el amor es escupir los dientes

jajajjaja

qué asco m'ha dao!

jajjajjajaj

jajajajaja

El amor es una subida: No hables tanto que estás jadeando!

el amor es cuando se oye plof y nadie se lo explica

el amor es cuando se oye plof y nadie se lo quiere explicar

El amor no es una carne tan medicinal

el amor un batiburrillo de babas y canciones ñoñas

* silke MP3 «John Mayer <> Your Body is a Wonderland» || Info:[4mins 16segs] [3.91 Mb] [Joint Stereo] [128 Kbps]

* MalditoCatorce MP3 «Damien Rice <> The Blower's Daughter» (Alternative) || Info:[4mins 45segs] [8.68 Mb] [Joint Stereo] [256 Kbps]

El amor es una sofanora del cielo

una destrucción del mismo o espadas como labios

(aleixandre dixit

te quiero a mi vera en mi cumpleaños

otro dixit de nosekién

El amor es vivir toda la noche balando bajo un sobaco

que se le duerma el brazo bajo tu cabeza y que no le importe

el amor es que no llueva ni a la de tres pero todo esté húmedo alrededor

el amor hace de la gente un líquido inflamable

inflamable, vida

inflamable

El amor es que me llenes de leche hasta los bordes

no tolero la lactosa, Fucsia

jajajjajjajaja

el amor es "quiero llenarte en todos los aspectos"

«silke» xDDD te como

El amor no es un lugar para dormir

el amor es un lugar para despertar

«Fucsia» he mandado la pelota al quinto coño

no jodas, traela

* silke MP3 «Damien Rice <> The Blower's Daughter» (Acoustic) || Info:[4mins 45segs] [6.51 Mb] [Joint Stereo] [192 Kbps]

El amor es otra vez 'chíngame, pequeño'

cuando el amor no es locura, no es amor

el amor es comer pollo al'ast y compartirlo con él

el amor te come las neuronas que te quedaban

El amor que se quede sobre la mesa!

el amor es que tu madre te llame para que cenes y te rellame para que lo calientes en el micro de nuevo

el borracho ata el amor en la puerta del bar

gente, debemos participar todos en el concurso de relatos!

el amor ata al borracho en la esquina del bar

Hemos hecho un poema, ya puedes publicarlo en el blog
















Fucsia Silke MalditoCatorce

con la colaboración especial de trompeta

de MalditoCatorce para SEXCRITORES

BIENVENIDOS

Espero vuestros relatos, fotomontajes, videos de autor, y toda la pesca,
pero eso si, han de ser escritos, fotografías, pornografías, lo que haga falta,
pero siempre, siempre, siempre con una carga erótica...

Los espero en Malevoski@gmail.com
si no quereis vuestro nick publicado podeis pedirlo o mandadme lo que sea
directamente de modo anónimo, respetaré una y otra historia...

PRONTO EMPEZAREMOS CON EL CONCURSO "LITERATURARTE EROTICA" :
ASI QUE DEMOSLE VIDA A ESTO MIENTRAS TANTO...